martes, 18 de diciembre de 2012

Crónica de un atentado que estremeció a Barranquilla

A centímetros de la bomba que no mató a Álvaro Uribe

Cuatro cilindros repletos de explosivos fueron detonados al paso de la caravana del candidato.


Instantes después de la detonación. Foto: Oscar Berrocal.

Me encomendaron seguir durante todo el día al entonces candidato presidencial Álvaro Uribe Vélez en su periplo proselitista por Barranquilla. Era el 14 de abril de 2002 y tenía un mes de haber sido contratado como redactor de la sección de Locales del diario El Heraldo. Antes de salir, mi compañera y periodista deportiva Claudia Aguilar bromeó con la posibilidad de que un bombazo se nos atravesara en el camino: “No te pongas tan cerca de Uribe, que también caes tú”, me dijo con sonrisa burlona.

El fotógrafo Oscar Berrocal y yo fuimos parte de la corte de periodistas y miembros de la campaña que iba detrás de la caravana por varios puntos de la ciudad. El candidato estaba de moda. Ya lideraba las encuestas y su discurso de combate frontal contra la subversión se lo había apropiado un gran porcentaje de sociedad colombiana. 

* * * 

Una convulsionada visita a la cotizada fritanga La Tiendecita fue la antesala de la llegada a la Sociedad Portuaria, donde los industriales de la ciudad ofrecieron un almuerzo. Recuerdo que en la mesa del rincón, de la que nos apropiamos camarógrafos, redactores, fotógrafos y conductores, el veterano corresponsal Carmelo Castilla monopolizaba la conversación narrando una vez más aquel día en que presenció el atentado contra Galán, y todo lo que tuvo que hacer para conseguir el famoso video que toda Colombia ha visto gracias a que se lo quitó al camarógrafo de la campaña del caudillo liberal. 

Intempestivamente –como todo lo que ocurrió en aquella jornada- Uribe y su comitiva salieron del puerto. La tropa periodística abordó los respectivos vehículos y nos dispusimos a salir tan rápido como los nerviosos guardaespaldas del candidato. La caravana de Uribe avanzaba a toda velocidad por las solitarias calles de Barranquillita rumbo a un destino que ya no recuerdo, pero al que en todo caso jamás llegaríamos. 

3, 2, 1… 

Detrás de las camionetas de Uribe y su comitiva iba el carro de RCN, con el periodista Carlos Toncel Sanjuan, corresponsal del canal en ese entonces; más atrás íbamos Oscar Berrocal y yo en una de las viejas camionetas Luv de El Heraldo, conducida por Antonio Thorné. 

De repente, un impacto seco y rotundo detuvo el mundo dejándonos aturdidos, zurumbáticos instantáneos, sordos momentáneamente: me agaché aterrorizado, olió a químicos y a metal por todas partes, el ruido de unas sirenas me fue devolviendo el sentido del oído a cuentagotas, saqué la cabeza por la ventana pero el humo no me dejó ver nada, sólo noté que la puerta del copiloto estaba abierta porque Oscar había salido del carro y ya disparaba su cámara tomando todo lo que se moviera: policías, guardaespaldas, heridos, el caos circundante… 

Así quedó el carro en el que iba Álvaro Uribe.

Y vino más caos, mucho más: rumores de otras bombas, sapos queriendo ser entrevistados, llamadas que no cesaban, la llegada de más periodistas de todos los medios, órdenes contradictorias que recibía de mis superiores… 

Como la noticia pasó de ser política a judicial, Juan Alejandro Tapia –reportero de esa fuente en aquel entonces- llegó al lugar a relevarme y a encargarse del resto. Esa tarde me senté a escribir en primera persona una de las notas relacionadas con el suceso, la cual titulé ‘El momento del atentado’. Fue la primera vez que mi nombre salió en ese diario. 

Un periodista lidia con riesgos y tragedias que son -quién lo duda-, materia prima para escribir historias que permiten ser el blanco de todas las miradas, incluso son oportunidades de lucimiento personal, y es su deber narrarlas honestamente y con profesionalismo. Pero a veces no son experiencias gratas: ese día perdió su pierna derecha una niña llamada Blanca, que estaba en el lugar del impacto y quien después viviría cosas peores, las cuales narré años más tarde en un reportaje publicado en El Universal que fue nominado a un premio. Por el atentado murieron cinco personas, entre ellas, el conductor del bus que soportó el impacto de la onda explosiva, que fue lo que a la postre salvó de una muerte segura a la comitiva del candidato. 

Tampoco es grato enterarse de cosas como ésta: si el atentado no cumplía el objetivo, las Farc tenían un Plan B que consistía en hacer volar a Uribe en pedazos en una rueda de prensa programada para la tarde usando una grabadora periodística cargada con el explosivo tritonal y metralla con cianuro. Pero después del bombazo, el hoy expresidente decidió regresar a Bogotá. Probablemente ahí hubiéramos caído todos aquellos a los que nos encomendaron ‘pegarnos’ al candidato ese día. 

Creo que a veces es mejor no saber ciertas cosas para poder seguir siendo periodistas tranquilamente.

Jorge Mario Erazo

martes, 4 de diciembre de 2012

Vender galletas era igual a morir

Llora una madre en la sala de víctimas 


La escena era esta: sala de las víctimas de la Unidad de Justicia y Paz, cuatro filas de sillas y una pantalla para ver a un paramilitar confesar algunos de sus 'pecados'. 


Era en día más en una audiencia de versión libre en el Centro Cívico de Barranquilla. Era un día más de cubrimiento periodístico sobre los horrendos crímenes que asolaron al sur de Bolívar en la época de las AUC. Un día más en el que El Universal esperaba mi reporte sobre lo que el desmovilizado de turno revelaría. 


Alias 'el Gordo', desmovilizado de las AUC.

Pero no fue así: terminó siendo una jornada que no pudimos olvidar quienes ahí estuvimos. Me senté en una silla plástica con la parsimonia de esas mañanas laborales atravesadas por la rutina, y asumo que también lo era para la sicóloga y tres abogados de la personería, de esos a los que les pagan poco y tienen decenas de carpetas con nombres de muertos cuyos familiares insisten en buscar justicia con más resignación que convicción. 

Alias ‘el Gordo’, quien estaba en una sala contigua, se veía en la imagen con un micrófono en la mano, una botella de agua a la derecha y la libreta de apuntes al frente. Comenzó a enumerar los muertos que pasaron por sus manos en el municipio de El Carmen de Bolívar en el año 2000. De un momento a otro mencionó un nombre más en la lista, un muchacho que vendía galletas en los buses de El Carmen, y agregó sin aspavientos que lo habían matado porque la orden del estado mayor de las AUC era eliminar a todos los que vendieran galletas, tal vez porque sobre uno de ellos se cernía la sospecha de ser un supuesto informante o auxiliador de la guerrilla.

En ese instante, desde la última fila de sillas de aquella sala, se escuchó grito, un quejido de madre, una exhalación de dolor, un lamento que llenó el recinto y nos cortó el aliento a todos. Una mujer gritaba una y otra vez ¿por qué, por qué?, si él no se había metido con ellos, si ese era su hijo lindo. Rabiaba preguntándose que cómo lo iba a encontrar durante estos 10 años de búsqueda inútil y dolorosa si se lo habían matado y arrojado al río, que él se había ganado una beca para estudiar una carrera técnica en Sincelejo, y que vendía galletas para completar el dinero para irse. Que no había tenido vida en todo este tiempo, que ese era su único hijo. 

Nadie tuvo la valentía de girar para verle la cara. Lloraba y hablaba y ya no se le entendía nada, era un balbuceo infantil y aterrador, su hijo estaba muerto y ella recién se enteraba. La sesión se suspendió. Entonces vi agachar la cabeza y secarse las lágrimas a los tres abogados y a la sicóloga. Luego me sequé las mías y jugué con el bolígrafo sin poder usarlo para escribir nada más. 

Esa mujer, que perdió a su único hijo por una orden genérica, impersonal, vivió el trance más demoledor de su vida en un salón donde nadie le pudo dar ni consuelo ni justicia. Al que llegó en bus desde su pueblo a ver a uno de los verdugos de su muchacho, y del que se tuvo que ir sola con más dolor del que vino. Al día siguiente la nota salió publicada, escueta, pura anécdota, porque los periodistas no somos jueces, ni alivio podemos brindar, pero lo que sí podemos hacer es evitar que estas cosas caigan en el olvido. Por eso hoy desenterré este mal recuerdo. 

Jorge Mario Erazo


sábado, 1 de diciembre de 2012

Habla el biógrafo de García Márquez

“Gabo aprendió a ser periodista en Cartagena”

Gerald Martin, autor de 'Gabriel García Márquez, Una Vida’, habló con El Universal de las conversaciones que tuvo con el escritor de Aracataca para escribir el monumental libro, de su formación como novelista, de sus ambiciones y de su vida actual.


Gerald Martin está feliz. Después de un arduo proceso de 20 años investigando, entrevistando a cientos de personajes ligados a la vida de Gabriel García Márquez y de escribir más de mil páginas que terminaron reducidas a unas de 600, presentó la biografía tolerada del autor de ‘Cien años de soledad’. Asegura que estar en la Costa Caribe es el cierre con broche de oro de un ciclo maravilloso, por el hecho de ser la región de donde surgió la magia que Gabo plasmó en sus novelas.

El académico británico estuvo presente en la inauguración de la sala dedicada a García Márquez en el Museo del Caribe, en Barranquilla, en la que se le rinde homenaje al Nobel con una re-creación de una sala de redacción, con videos proyectados en las paredes y fotos de personajes que marcaron la vida del más importante escritor colombiano de todos los tiempos.

Martin atendió a El Universal en una habitación de hotel, siempre dispuesto a conversar sobre ‘El mago de Aracataca’.

¿Qué rasgos encontró en él que usted no sospechara que tuviera y que lo haya dejado sorprendido?

Obviamente sabía que era una persona muy disciplinada, pero no sabía que era una persona tan lúcida en sus ambiciones ni tan totalmente comprometida con ellas. Tampoco sabía que era una persona tan política. Sabía que le interesaba mucho, pero no sabía que la política después de los 30 años llegó a ser una cosa, no tan importante como la literatura, pero mucho más importante que en la mayoría de las personas.

¿García Márquez soñaba con ser todo lo que al final terminó siendo?

Sí, yo creo que desde los 22 ó 23 años, desde que llegó a Cartagena y a Barranquilla seguramente tenía esa ambición, y probablemente desde que llegó a Bogotá en el 47. Eso yo no lo sabía, pero me he ido convenciendo.

¿En qué lugar sitúa a García Márquez entre los escritores de habla hispana?

Lo veo como uno de los más importantes de todos. No todos los críticos están de acuerdo, pero yo lo situaría con Cervantes, con Borges y escritores de esa talla. Creo que es un escritor único que tiene voz propia y que ha creado un sentido de humor único, reconocible en cada uno de sus libros, que es parte de su magia. Es un sentido del humor que viene de la Costa, de alguna manera ha universalizado el sentido del humor costeño.

¿La influencia del periodismo es clave en su desarrollo como escritor?

Es vital. No habría sido el tipo de escritor que es, pero habría sido de todos modos un escritor exitoso. Muchos escritores dicen que el periodismo es un estorbo, pero en García Márquez el periodismo le da esa cosa que tienen todos sus libros, una especie de embudo, que va a un resultado. Los periodistas siempre están buscando resultados y García Márquez también, siempre está buscando algún efecto para, de alguna manera, hipnotizar a los lectores y conseguir el resultado más dramático.

¿De dónde sale la materia prima del Gabo escritor?

La infancia le dio a la vez toda la base, el semillero, de lo que iba a ser en el futuro. Creo que la combinación de la magia y el sufrimiento de su infancia fue algo que tuvo que superar, y superándolo, se hizo el gran escritor que es.

¿Hubo momentos en que usted se sintió en un laberinto, en que no encontraba la forma de salir?

La vida de García Márquez estudiada de afuera es mucho más coherente de lo que uno conoce. El enredo fue la cantidad de documentación, pero no el tipo de documentación. Nadie puede imaginarse todo lo que se está escribiendo siempre sobre él. En el lanzamiento del libro en Barranquilla vi una increíble fascinación en el público y nada tenía que ver conmigo, todo tenía que ver con el amor que la gente siente hacia García Márquez. Eso produce una gran cantidad de artículos, revistas, documentos, testimonios y yo me sentía muchas veces abrumado debajo de ese peso. Él se propuso algunos proyectos y ambiciones y poco a poco los iba consiguiendo con muchas dificultades, finalmente logró todo lo que se había propuesto.

Siempre lo hemos visto rodeado de poderosos, ¿cómo asume García Márquez su relación con el poder?

No siempre. Desde los años 70 realmente, antes no, como 7 u 8 años después de Cien Años de Soledad. El primero importante fue Castro. Él busca el poder, el poder lo busca a él. En un reciente artículo de Héctor Aguilar Camín, en la revista mexicana Milenio, se habla del poder en Gabo. Dice que el gran poder de García Márquez es su escritura y que su escritura es mucho mejor porque él ha conocido a los poderosos y puede hablar de eso, es una cosa muy interesante, bastante iluminadora. García Márquez no lo hace puramente por vanidad, aunque yo también me siento un poco vanidoso por haber conocido a Castro, a Felipe González, a los presidentes de Colombia, igual García Márquez, es natural, es humano. Pero él se acerca al poder para hacer cosas.


¿Hubo muchos momentos de tensiones entre usted y García Márquez durante las entrevistas que le hizo?

Muchas veces, sólo dos o tres veces llegamos a una situación un poco tensa, pero hubo muchos desacuerdos. Sobre todo sobre política colombiana, no siempre tenemos la misma interpretación de lo que está pasando, y con todo el respeto del presidente Pastrana yo no estoy de acuerdo con el apoyo que él le dio por allá en el 98.

¿Qué visión tiene Gabo de Colombia?

Hace 2 años que no hablamos de lo que está pasando en Colombia porque teníamos muchas cosas de qué hablar, y además, no quisiera comentar sobre lo que está pasando actualmente, aunque a mí como observador general me preocupa bastante lo que está pasando con las bases, porque soy, curiosamente, partidario de la unión latinoamericana, y creo que si Colombia tiene bases americanas en el país, eso es un estorbo para una mayor integración del continente, y me parece una lástima sobre todo por un presidente que acaba de ganar un premio de paz. Con Gabo no he discutido eso en los últimos años, hemos estado conversando de su vida y a veces de la mía.

¿Qué hace García Márquez en su vida cotidiana?

Lo de siempre, sólo que mucho más relajado. Escribe, sobre todo en las mañanas. Me dice que está revisando algunas cosas, pero no sé si esas cosas se publicarán. Pasa mucho tiempo con sus amigos, más que nunca. Viaja a Los Ángeles, donde está su hijo y sus médicos. Él está bien, pero obviamente hay chequeos dos o tres veces al año. Ya no tiene presiones ni compromisos tan importantes, es que ya tiene 82 años.

¿Qué importancia tiene Cartagena en la vida de García Márquez?

Muchísima importancia, aunque también la tiene Bogotá y Barranquilla. Dije en el lanzamiento del libro que la identidad de García Márquez se cristalizó en Barranquilla, porque Cartagena ahora es una ciudad muy diferente, pero en los 40 era muy tradicionalista. Fue fundamental, allí aprendió a ser periodista, en El Universal con Clemente Manuel. Obviamente él habría sido periodista de todos modos, porque García Márquez era lo que era, y aprendió de todo el mundo. Parte del genio de García Márquez es haber aprendido a aprender, y tenía muchos amigos que eran mayores que él, estaba en una ciudad tradicional, con gente mayor, gente un poco didáctica, pero cuando llegó a una ciudad más liberal como Barranquilla pudo ser lo que de alguna manera Cartagena le había ayudado a ser. Es muy importante que esa pelea sempiterna entre Cartagena y Barranquilla cese, porque él ha aprendido en ambas ciudades en momentos diferentes de su vida. Está bien que la fundación (Nuevo Periodismo) esté en Cartagena, porque fue allí donde aprendió a ser periodista. Pero después llega a Barranquilla y tiene más posibilidades con una vida más relajada y se cristaliza su vocación literaria. Es un ciudadano de la Costa entera.

¿Sabremos qué pasó entre Vargas Llosa y García Márquez?

No sabremos. Lo que sí sabemos a juzgar por los testigos es que algo tenía que ver la esposa de Vargas Llosa, porque él la mencionó en el momento de darle el puñetazo a Gabo. Si eso fue por una supuesta ofensa personal o nada más verbal, eso no lo sabemos. Y creo que probablemente no lo vamos a saber a no ser que Vargas Llosa –que yo sé que es capaz de todo- lo deje escrito en unas memorias póstumas. Pero creo que García Márquez jamás va a hablar sobre eso. En la obra de teatro de Vargas Losa publicada este año, ‘Al pie del támesis’, ha escrito una especie de versión cifrada alrededor de eso, bastante chistosa y muy interesante.

¿Cuando terminó la biografía sintió algún tipo de vacío, como preguntándose a qué se va a dedicar ahora?

Para mí ha sido un final feliz increíble, estoy en la Costa, es el final de mi Book Tour, voy a Miami, pero eso es para la versión norteamericana. Es un final sencillamente maravilloso. Cuando vuelva a Inglaterra tendré que tomar una decisión. Siempre he dicho que voy a seguir con la versión larga de la biografía y también con el libro del libro, el ‘así se hizo’, pero un descanso sería bueno. No estoy del todo seguro, soy un hombre de cierta edad, he trabajado intensamente en los últimos 3 ó 4 años, lo que espero es que no me haga daño la falta de adrenalina después de todas estas emociones.


Jorge Mario Erazo

Publicado en El Universal en 2010.