sábado, 7 de septiembre de 2019

Grandes Esperanzas, la escena inolvidable de un amor contenido

¿No querías pintarme?

Gwyneth Paltrow, Ethan Hawke y Like a friend en Grandes esperanzas. Los noventa en su más pura expresión.

Dibújala, Finn.

Abrir los ojos en la mañana y que la chica que te obsesiona desde niño esté de pie frente a tu cama con su habitual displicencia y presuntuosidad, dispuesta a quitarse la ropa para que la pintes en tu caótica habitación neoyorquina, que es la metáfora del desastre en el que se ha convertido tu vida por llevar años correteando el corazón de espinas de una mujer que no está hecha para amar y que te espolea a placer cada tanto como quien pincha bombas en una fiesta infantil…

Así comienza la escena memorable de Grandes esperanzas, y le ocurrió a Finn, pintor melancólico, personaje de Charles Dickens reinventado por Alfonso Cuarón en 1998 cuando todavía no era el director la estrella y ganador del Oscar que es hoy día. De repente entra ella con su cabello recogido y aire de suficiencia y a tu tonta pregunta de “¿qué estás haciendo aquí?” te responde con un genial: “¿No querías pintarme?”. Y ahí comienza todo. Porque Estella lo es todo.

Y esta limosna que te da es como la redención que merecías incluso desde años atrás. Y entonces ves que se desviste y tal vez desnuda es como te la imaginaste, y pintarla es descubrirla, apropiártela, pero nunca controlarla, y lo aceptas. Y cuando estalla su risa en medio de una bocanada de nicotina Pulp ya ha comenzado a tocar la mejor parte de Like a friend: Eres el último trago que no debí haber tomado / Eres el cuerpo escondido en mi baúl / Eres el hábito que parece que no puedo dejar, y todo se resume a los trazos que vas dejando sobre el papel, a la vida que se han gastado sin encontrarse. 

Cuarón se dispone a captar el duelo de cuatro minutos y ve a Finn tratando de poseerla con el crayón mientras elabora bocetos veloces y contiene el estremecimiento estomacal que le produce el hecho de tenerla ahí solo para él. Y también advierte a Estella recorriendo los 20 metros cuadrados de esa habitación mientras se asoma a la ventana, fuma o se sienta en la cama, y con todo eso arma una secuencia de imágenes que rompen la linealidad y la distancia que arrastraban en su relación platónica, y que Pulp sigue enriqueciendo disparando versos acerca de una pasión contenida y tóxica, como la de ellos dos: Eres mis secretos en la primera página cada semana / Eres el carro que no debería haber comprado / Eres los sueños que no debería haber tenido / Eres la cortada que me hace esconder mi cara / Eres la fiesta que me hace sentir mi edad.

La tensión avanza y el piso se va cubriendo de pliegos de papel con unos retratos de Estella en los que Finn no busca hacerla bella, sino real, a veces tosca, pero siempre distante, lejana –no podía ser de otra manera-, con las líneas gruesas y fuertes del artista napolitano Francesco Clemente, contratado para ilustrar en la cinta el talento del personaje pintor.

La de ellos es una relación con el rechazo como trasfondo, basada en el desdén de ella hacia la atracción que Finn ha incubado desde niño, por eso la distancia natural entre pintor y modelo es en este caso la mejor representación de la relación de los dos hasta el momento en que se encuentran en esa habitación. Habría que hablar, claro, de la fotografía de esta película, que estuvo a cargo de Emmanuel Lubezki; del uso del resplandor veraniego entrando por las ventanas para mostrar la silueta de Estella a contraluz, y su cabello rubio que resplandece como si fuera la fuente lumínica que llena aquel lugar.

Tanto Gwyneth Paltrow como Ethan Hawke hicieron esta película en la plenitud de sus carreras -ella a los 26 y él a los 28- cuando aparecían casi a diario en las revistas del espectáculo por sus relaciones con Brad Pitt y Uma Thurman, respectivamente. Ese mismo año la rubia se ganaría el Oscar y el Globo de oro por su actuación en Shakespeare in love. Fue la mejor época de ambos.

Si bien la cinta no fue un éxito en taquilla, tanto esta escena como la del beso en la fuente entraron en la galería de postales pop-románticas del cine contemporáneo, trascendieron mucho más que la película en sí misma y representaron el epítome del vaivén amoroso de los dos personajes de la historia de Dickens en los ojos de Cuarón.

Tal vez la línea más mentirosa pero más bella de este tramo de la película no la dice ninguno de los dos, sino el vocalista de Pulp cuando termina la canción y, por ende, la escena. Irónica hasta el extremo, debieron ponerla en boca de Finn: Déjame decirte algo ahora: qué suerte para ti que seamos amigos.




Jorge Mario Erazo

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