miércoles, 2 de enero de 2013

Monsieur Periné: ser auténticos sin mirarse el ombligo

¿Hace cuánto tiempo no escuchas algo original? 

Si fue hace mucho, aquí está Hecho a mano (Suin a la colombiana). Aire fresco para nuestra escena musical.




Buscando a otro grupo colombiano en YouTube encontré a Monsieur Periné a mediados de 2012. Suin romanticón fue el anzuelo que mordí, un sencillo victorioso, rápido y con un estribillo para corear, que no necesitó de impulsos promocionales para dar la largada. El disco en su conjunto es una grata sorpresa porque irradia madurez, pese a que es un álbum debut. 



Pero más allá del primer sencillo, el trabajo Hecho a mano tiene más para mostrar. La expedición al reggae es afortunada: La playa es para mí tal vez la mejor canción del disco, junto a La ciudad y La muerte. Diría sin temor a equivocarme que estos tres cortes podrían sonar en la radio pop de cualquier mercado latino por ser pintorescos y dueños de un sonido que sin dejar de ser melódico y pegajoso -y por lo tanto, comercial- da pinceladas de ingenio y originalidad. 


Haría un capítulo aparte con Huracán, porque no es fácil para bandas noveles conectarse con lo popular, en este caso, con el despecho más crudo y descarnado del desengaño de cantina. Y eso es lo que hay en esta canción: dolor por la traición y amor por el que rompió el corazón. Notable. 


Tal vez en los cocteles y fiestas empresariales en los que el grupo se dio a conocer le dieron a Catalina, su vocalista, la habilidad de apropiarse de una melodía que han versionado miles de aspirantes a cantantes y darle una textura nueva, un ropaje diferente. Es el caso del bolero Sabor a mí, que suena divertido y pícaro. 




La verdad musical que busca Monsieur Periné es otra que no tiene nada que ver con sonidos guitarreros cliché ni fusiones tropicales manidas, tan en boga hace años en Colombia. Es una verdad auténtica, y eso se ve en las temáticas de las canciones, en las que no hay pretensiones metafísicas ni elucubraciones filosóficas: hablan de cotidianidad, enamoramiento, aventuras, desencanto y soledad. Y eso se llama honestidad. Además, no hay complejos en los 12 cortes de la producción. Varias de sus canciones miran directo a los ojos el Jazz Manouche, ritmo del que sabemos realmente nada, pero se siente que lo interpretan sin óptica tercermundista, sin reverencias ni respetos hipócritas, con desparpajo y desenfado, tomándose licencias estéticas como lo haría un irresponsable talentoso. 





Del corte 1 al 7 fluye la sonoridad más cadenciosa, fino pop y tarareo exquisito. A su turno, Ton silence, Be bop y Suin with me (Vox) le dan paso al experimento, a efectos, atmósferas y creación de sótano y garaje para dejar claro que hay una base sólida de músicos que han estudiado. 



La estética, tanto de la banda como del CD, cierra el círculo circense y gitano de una banda que usa instrumentos que la generación del reguetón ni siquiera sabe que existen. Esos pequeños detalles son lo que al final imprimen identidad. Estamos ávidos del nuevo material.


Jorge Mario Erazo

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