lunes, 11 de febrero de 2013

El fotógrafo mexicano que gana premios con cadáveres

Fernando Brito: la otra mirada al mismo muerto de siempre 

Es la sorpresa de la reportería gráfica judicial en Latinoamérica. Su trabajo es el referente actual en un campo que no genera muchas innovaciones.


No podría provenir de otro lugar: Sinaloa (México), el nuevo escenario en el que día a día la raza humana se empeña en superar sus niveles de maldad, sed de sangre y codicia extrema blanqueada por la cocaína. De allí viene Fernando Brito, el reportero gráfico que es tomado como ejemplo de la fotografía de crónica roja en Latinoamérica. 

Comenzó en el tabloide popular La I tomando imágenes de muertos cotidianos. Esa fue su escuela. De ahí escaló a El Debate, donde hoy en día es el editor de fotografía. Su biografía dice que retratando cadáveres de las víctimas del narcotráfico que desangra a su país se ha ganado premios como el Descubrimientos PHE de Photo España, el World Press Photo, WPO de Sony y la Bienal del Centro de la Imagen en México, entre varios otros. Dos sorpresas: comenzó apenas en 2004 y ni siquiera estudió periodismo ni fotografía, sino mercadeo. Lea una entrevista a Fernando Brito. 

¿Por qué su trabajo llamó la atención? Él mismo dice que se debe a que todo el mundo está mirando a Sinaloa, Culiacán y Juárez debido al caudal de noticias que cada día despachan las agencias de prensa relacionadas con las masacres que deja la guerra entre los carteles de narcotraficantes. Pero hay más razones. Sus imágenes logran ser diferentes aunque el foco sea un cadáver –de lo contrario no sería crónica roja-. Los cuerpos parecen un elemento más de los paisajes porque lucen absorbidos por éstos. No son fotografías del todo agresivas, aunque sí crudas, pero en todo caso matizadas por colores de maizales, pastos, atardeceres, prados, arenas y magníficos encuadres. 

Es otra mirada al mismo muerto de siempre, quizá una bofetada a aquellos que se tapan la nariz cuando se les habla de prensa popular o de crónica roja, olvidando que esa es la verdadera escuela del reportero gráfico y del redactor raso. Brito nos recuerda que lo que hacemos cotidianamente merece también una pizca de novedad o por lo menos un esfuerzo creativo adicional.













































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