jueves, 15 de noviembre de 2012

El Sabio Catalán


Ramón Vinyes o el guía de los "despotricadores"

Este es el legado de quien fue el faro del Grupo de Barranquilla.



Quizá lo más honroso para un ser que vivió por y para el arte y la dramaturgia, sea acaso terminar convertido en un personaje clave de una novela de proporciones colosales. Quizá si Ramón Vinyes hubiera sabido que pasaría a convertirse en un ser irreal, amasado con el barro de las letras y con la imaginación de un escritor, hubiera ido sonriente al encuentro con la muerte. 

Vinyes, el 'Sabio catalán' que en las últimas páginas de 'Cien años de soledad' les recomienda a los “cuatro muchachos despotricadores” Álvaro, Germán, Alfonso y Gabriel, que se vayan de Macondo y que olviden todo lo que les había enseñado, fue hace pocos días el centro de charlas y ponencias en la Universidad del Norte. 

Inmortalizado en la novela más popular del Nobel, Ramón Vinyes fue un dramaturgo y feroz crítico catalán que injustamente fue más conocido en su país por el efecto de haber sido un personaje trasplantado de la realidad a la ficción brutal de Macondo en la pluma de García Márquez, pese a que tuvo en su haber obras vitales para el teatro barcelonés. 

Así lo confirma Jordí Lladó i Vilaseca, doctor de Filología Catalana en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), autor de la tesis doctoral 'Ramón Vinyes i el teatre (1904-1939)'.

Lladó dice que lo mejor que le pudo pasar al recuerdo de Vinyes fue que García Márquez lo mencionara en su novela. 

El mentor, el guía 

Pero Vinyes fue algo más que el mentor que tuvieron Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y García Márquez en las décadas de los 40 y 50. 

Antes ya había estado en Barranquilla en los años 20, cuando tuvo contacto a través de la reciente maravilla del correo aéreo con el joven Germán Arciniegas, quien le publicaría en su revista Universidad artículos que Vinyes le mandaba, según lo recuerda el escritor samario Álvaro Miranda. 

Vinyes escandalizaba a la entonces mojigata academia bogotana con sus artículos, a la vez que escribía editoriales en el periódico barranquillero La Nación y atraía a intelectuales con su librería, ya conocida en gran parte del litoral. 

En esa época ve la luz la revista Voces, quizá la más importante revista cultural de la primera mitad del siglo pasado en Colombia, y una de las más importantes de Latinoamérica. En ella se publicaban obras inéditas y traducciones exclusivas hechas por el mismo Vinyes. 

Volverá a Barcelona en 1931, cuando es derrocado Alfonso XIII y se instaura el gobierno republicano. Su producción “siempre tenía una carga comprometida -en el caso de estos años-, con la legitimidad republicana y con lo que suponía el gobierno catalán como representante de la república española”, cuenta Francesc Foguet i Boreu, doctor en Filología Catalana por la UAB y especialista en teatro catalán moderno y contemporáneo. 

“Vinyes dejó una posición de vanguardia, experimental, en un primer momento de su trayectoria, y estilísticamente en contenidos fue un autor revolucionario. Evidentemente la academia no lo valoró lo que debía, en tanto que la academia rechaza siempre lo que es extremo o innovador”, explica Jordí Lladó. 

Vinyes trató siempre de utilizar el teatro como un elemento culturizador, dicen los investigadores catalanes. “Él denuncia la continuidad de todos los programas burgueses y la falta de una renovación del teatro en unos momentos en que para él el teatro era un arma de lucha”, continúa Foguet. 

Pero el futuro 'Sabio catalán' de las páginas de 'Cien años de soledad' tenía la cualidad de ser un catalizador, un estimulador y un guía. Era un lector voraz que introdujo en Cataluña, incluso en el ámbito peninsular, nombres tan significativos y tan desconocidos en esa época como Bertolt Brecht. 

Regreso a Barranquilla 

Antes de triunfar el franquismo y de soportar la censura del régimen, estrena 'Despedidas al rayar el alba', obra que tiene una temática bélica y revolucionaria, donde Vinyes critica la posición de los fascistas y defiende la legitimidad republicana. 

Se ve en la obligación de volver a Barranquilla después de una corta permanencia en Tolouse y París. 

En Barranquilla será el mentor del Grupo de Barranquilla, la época por la que sería finalmente recordado. Con todo el bagaje cultural que traía y el poder de su crítica, llevará de la mano a la generación de escritores y periodistas asiduos del bar La Cueva, en el barrio Boston de Barranquilla. 

La capital del Atlántico había llegado a su momento más alto en cuanto a crecimiento urbanístico, expansión comercial y llegada de inmigrantes, y el ambiente cultural era envidiado por otras ciudades colombianas. 

“En España lo que más se valora es su labor como guía del Grupo de Barranquilla y concretamente de García Márquez”, dice Jordí Lladó. Avivando la voracidad con la que el joven Gabo deshuesaba el armazón de las novelas de Faulkner, Hemingway, Saroyan o Wolf, Vinyes se convertía en la ejemplificación mental y auténtica que el escritor de Aracataca tendría para siempre de lo que es un gurú. 

En 1950 Vinyes regresaría a Barcelona, donde moriría dos años más tarde. 

Hoy, cuando se recuerda –y valora- lo que el catalán hizo por la dramaturgia de su país, también se recuerda el paso de aquel personaje por las tierras colombianas. 

Quizá también se recuerde lo que les dijo a sus 4 amigos a través de una carta al marcharse de Macondo: “que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera”. 

Jorge Mario Erazo

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