Una bala de bazuca explotó en la casa del exgobernador. Por primera vez cuenta la historia.
La escena era demasiado perturbadora para un joven de apenas 18 años: cuatro cuerpos de niños tendidos en el patio de una casa segundos después de que una bala de bazuca explotara. No fue un bombardeo. Ocurrió en la plácida Barranquilla de diciembre de 1968 y quien la presenció fue Eduardo Verano De la Rosa.
“Es una herida abierta que todavía causa un inmenso dolor en el alma de todos nosotros. El tiempo pasa, pero el dolor es el mismo”, confiesa el exgobernador del Atlántico mientras revisa los periódicos de la época. Eran sus cuatro hermanos menores los que yacían ante sus ojos en una sucesión de momentos que él mismo califica como un “trastorno total”.
Una explosión, cuatro vidas
El 19 de diciembre de aquel año, Alberto, uno de sus hermanos, manipulaba un proyectil que sustrajo de la Escuela de Cadetes de Cartagena, donde estaba matriculado. Tenía 16 años y era un joven como cualquier otro que se disponía a disfrutar de las festividades de fin de año. Quería convertir la bala en un adorno para la casa, “una repisa o el soporte de una mesita”, dice Verano 44 años después de lo sucedido. El artefacto no debía revestir peligro alguno, por lo menos eso creía Alberto.
A las 11 de la mañana todo estaba a punto de cambiar para esa familia, conformada por el exalcalde Eduardo Verano Prieto y su esposa, Gladys De la Rosa. El primero se encontraba en el despacho de la Compañía Colombiana de Seguros, de la que era gerente, mientras que su esposa estaba a punto de entrar a la casa con mucho sigilo para evitar que sus hijos más pequeños notaran que traía los regalos del ‘Niño Dios’. Eduardo les pidió a Alberto y a los tres menores: Mauricio, de 7 años; Luis Felipe, de 5; y Ángela Lucía, de 4, que dejaran de hacer bulla y se fueran del cuarto, preferiblemente al patio. Eso fue lo que hicieron.
A las 11:30 de la mañana, cuando Eduardo Verano acababa de entrar al baño a ducharse, se escuchó el estruendo. “Me fui para el patio y me tocó ver una escena difícil: varios cuerpos destrozados. Tomé a la menor, a Ángela, salí de la casa y una camioneta paró; me monté atrás y me llevaron a la Clínica del Caribe, pero ya estaba muerta”, agregó. Todo pudo ser peor aquella mañana, porque en el patio de la residencia había cilindros de gas que milagrosamente no estallaron con la onda explosiva.
Por fracciones de segundos y caprichos del destino, Eduardo, su madre y dos de sus hermanas no coincidieron con el instante exacto de la tragedia: Gladys, la mamá, no había entrado aún; su hija Gladys, de 12 años, iba saliendo de la casa en ese momento; Elsa Margarita, de 14, estaba peinándose en el cuarto. La mayor del clan, Patricia, de 20 años, estudiaba en Estados Unidos en ese entonces.
Una multitud llegó en segundos y se agolpó en la puerta de la casa de los Verano. Todo fue caos, dolor y escenas que muchos no soportaron por su crudeza.
Los diarios de la época reseñaron con gran despliegue el funesto episodio: “Los cuatro menores sufrieron mutilaciones y destrozos en sus cuerpos. La ‘piña’ hizo explosión entre las piernas del joven cadete, quien tenía un año de estar matriculado en la Escuela Naval”, publicó el Diario del Caribe. “Los pequeños jugaban con la granada, la que habrían golpeado con un martillo, cuando se produjo la explosión”, registró EL TIEMPO.
“Mis papás tuvieron una fortaleza inmensa. Mi mamá es muy religiosa y se refugió en la religión. Mi papá sufrió un golpe muy grande, pero como al mes tuvo una reacción gigantesca para conducir a la familia a un proceso de recuperación, de tratar de volver a la normalidad, de luchar por los hijos que quedaban. ‘Nos quedan ustedes y por eso tenemos que seguir viviendo’, nos decía mi padre”.
La tragedia de los Verano De la Rosa conmocionó no sólo a Barranquilla, sino al país entero. El sepelio, en el cementerio Jardines del Recuerdo, fue multitudinario.
La casa donde ocurrió el suceso está ubicada en la carrera 49C No. 76-182. Hoy en día funciona allí una EPS del régimen subsidiado. Muy poca gente la reconoce como el lugar de aquella tragedia.
Un rumbo diferente
“Eso nos cambia el concepto de la vida, de lo que realmente es importante para una Nación, para un país, para una sociedad. Por eso es que yo creo que definitivamente las armas no son el camino para lograr una transformación social”, expresa Verano.
La vida siguió para él sin que el recuerdo de la prematura muerte de la mitad de su familia se apartara de su mente. Se hizo administrador de empresas en la Universidad del Norte con un MBA en Nueva York y luego pasó a dirigir empresas como la Electrificadora del Atlántico y la Telefónica municipal, entre otras. Años después consiguió una curul en la Asamblea Nacional Constituyente de 1990 y fue ministro de Medio Ambiente.
Pero la herida que llevaba en el alma le señaló una radical vocación anti-armamentista, la cual mostraría en todo su esplendor durante el periodo como gobernador del Atlántico (2008-2011), liderando el ‘Plan Desarme’, iniciativa que promovió una voluntaria entrega de armas entre la población civil, apoyada con mucho ahínco por el gobierno nacional.
“Uno es el resultado de todas las vivencias. Todo esto me marcó mucho en la parte social y política. Uno se acostumbra a vivir con la circunstancia, pero eso no cambia nada. Éramos ocho hermanos y quedamos cuatro, eso es algo difícil de superar”, expresa.
Ahora, dedicado a liderar una ofensiva para ambientar las reformas que conduzcan a la regionalización del país, revisa de tanto en tanto los recortes de prensa que registran el día en que la vida le señaló, con dolor, la bandera pacifista que le tenía reservada para él.
Jorge Mario Erazo
Publicado en www.diarioadn.co el 25 de junio de 2012.
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