lunes, 9 de septiembre de 2019

Canción Animal: la Soda burbujeante más exquisita

Un álbum animal

El disco que los lanzó al estrellato. Un Cerati más genio que nunca. Un paquete roquero perfecto. Canción Animal es un tatuaje en la piel del rock latinoamericano que marcó un camino que miles siguen andando hoy. 

Cerati, Zeta y Charly. El genio y sus acompañantes.
Sin más dilaciones: Canción animal (Soda Stereo, 1990) es el mejor álbum de la historia del rock latinoamericano. La anterior afirmación intentará ser sustentada a continuación en las 1.784 palabras que contiene este artículo, el cual –les aviso desde ya-, terminará con la misma sentencia con la que inició.

Ahora que Cerati no está en este mundo todo lo que se diga de él suena a testamento, a epitafio, a magnificación del mito. Pero el caso de Canción animal es distinto porque marcó la consolidación de la idea del disco sencillo, roquero y atemporal que Cerati, Bossio y Alberti querían hacer desde que conformaron la banda. Un álbum caudaloso y guitarrero que te hiciera corear sus estribillos, pero también degustar una lírica distinta para el rock sudaca más allá de los clichés del pastiche romántico o la canción protesta.

Eran 10 temas y una idea. Un Cerati que llevó al estudio casi todo el álbum en su cabeza –y en su guitarra- porque tenía días escribiéndolo, y el antecedente de Doble vida, álbum publicado dos años antes y el cual incluía la canción En la ciudad de la furia, un tema que elevó la calidad estética de la banda –tanto por la letra como por el video- y que indudablemente fijaba un derrotero estilístico. ¿El resultado? Una portada con dos leones copulando, el quinto trabajo del grupo y el monumental comienzo de la Gira Animal en el estadio de Vélez Sarsfield ante 50 mil personas para inaugurar un tour que sería un hito para el rock latino por su carácter continental. Soda burbujeante.

La experiencia indica que para que un álbum musical logre ser el mejor en un género o en una época debe contener tres niveles de calidad en su listado. En orden ascendente serían estos: buenas canciones, un puñado de clásicos y un ‘himno’. Esta producción ofrece la siguiente lista: Cara A, (En) el séptimo día, Un millón de años luz, Canción animal, 1990, Sueles dejarme solo; Cara B, De música ligera, Hombre al agua, Entre caníbales, Té para tres, Cae el sol. Críticos, fans y neófitos echarán mano de la subjetividad para determinar cuántos clásicos hay en estas 10 canciones, pero habrá consenso en que De música ligera es el gran ‘himno’ de esta producción y tal vez una de las canciones más exitosas en la historia del género. Se ha prostituido tanto que suena hasta en estaciones de música tropical. Chris Martin, líder de Coldplay, dijo en abril de 2016 durante una rueda de prensa en México que para él esta canción definía la identidad latinoamericana.

Son cuatro acordes y una inyección de euforia. Zeta Bossio, bajista de la banda, contó en 2015 en la estación Radio Mega, de Buenos Aires, que el tema nació en una prueba de sonido en un estadio de la ciudad mexicana de Morelia durante la gira de Doble vida. Al final de aquel tour Bossio y Cerati habían convenido ir tras un sonido más limpio para el próximo disco, sin tanto funk ni artificios, sino “un poco de rock más directo”. Para el bajista, “De música ligera fue el crucero que planteó el sonido del disco porque ya estaba desde antes”. Su nombre viene de una colección que había en la casa de los padres de Cerati llamada Clásicos ligeros, que recopilaba canciones de todos los géneros. Una cinta grabada con ese tema y Un millón de años luz convenció a los directivos de Sony Music de costearle a la banda una gira por algunas ciudades de Estados Unidos. Otro hito teniendo en cuenta que en aquella época la música latina para los gringos estaba asociada irremediablemente al trópico colorinche y exótico de Gloria Estefan y Tito Puente.

La presencia de De música ligera en Canción animal le da un peso referencial al álbum porque es un ícono de la cultura pop latina, además de ser, en esencia, lo que querían de ese nuevo trabajo. Cerati sabía de la valía de la canción y relievaba el carácter repentino de su nacimiento. Había sido un auténtico fogonazo de inspiración:

“Es uno de los temas más instantáneos que tuve con Soda Stereo. Son tres minutos absolutamente contundentes y la idea de “…nada más queda”, y lo que significa como unión entre los tres… Es una de las razones por las cuales a uno le encanta haber pertenecido a una banda, esas cosas que ocurren así, instantáneamente, producto de la inspiración de todos”.

El álbum fue grabado en los estudios Criteria, de Miami, entre junio y julio de 1990 en medio de un momento creativo inmejorable en el que todos aportaban ideas en colectivo, según ha declarado Bossio en varias oportunidades. Pero lo cierto fue que Cerati creó el material prácticamente en su totalidad y llevó a la sala de grabación la arquitectura de todos los temas y la línea estética del álbum. Por eso quedó una ‘fotografía’ del difícil momento familiar que vivía: Té para tres narra el encuentro con su madre y su padre durante el cual se entera de que este último padece un cáncer de pulmón. Y fue raro para todos –incluso para él- que grabaran una canción acústica. Pero hubo catarsis: “Fue… micrófono, ‘voy a cantar una canción’ y salió así. Dice: No hay nada mejor que casa, y es algo que realmente siento, más en este momento”, explicó para la revista Musiquero meses después de lanzado el disco. Su padre moriría en 1992 y la canción acompañó siempre el repertorio del grupo.

Pero si Té para tres privilegia la introspección y el intimismo, el primer corte de la producción tritura desde el vamos. (En) el séptimo día fue compuesta por Cerati un domingo y de ese hecho nació la idea de la letra, pero después terminó convertida en una alusión a la creación divina de una manera “un poco juguetona” –En el séptimo día no descansaré-, como él mismo lo explicó. El tema está en un tiempo de 7x8 y no en 4x4 –que es lo usual en el ámbito roquero-, lo cual lo acerca a la forma en que –según Cerati- Jimmy Page estructuraba el sonido de su guitarra en muchas de las canciones de Led Zeppelin. Sandro Pujía, iluminador de Soda Stereo en aquella gira, recuerda el efecto de la canción que no sólo abría el álbum sino los conciertos: “Es un disco francamente de rock and roll. (En) el séptimo día arrancaba el show, y era demoledor ese riff. Se apagaban las luces y se escuchaba eso… ¡no quedaba nada!”.

El discurso de Soda Stereo se sustenta en la concepción que tenía su vocalista y genio creativo de lo que debía ser el rock: provocación, exquisitez y ambición poética. Y quizá  donde más se evidencian los intereses recurrentes de Cerati es en Canción animal y Entre caníbales, cortes en los que surge la temática sexual y sadomasoquista. Antes ya Cerati había flirteado con el voyerismo en Persiana americana y sostenido algunos escarceos pasionales en Corazón delator y otras más, pero en estos dos temas el universo lujurioso se encumbra hasta niveles donde se alcanzan a divisar látigos y antifaces, como en Canción animal, cuya letra podría enloquecer a la autora de 50 sombras de Grey:

Hipnotismo de un flagelo
Dulce, tan dulce
Cuero, piel y metal
Carmín y charol
Cuando el cuerpo no espera
Lo que llaman amor
Cada lágrima de hambre
El más puro néctar
Nada más dulce que el deseo en cadenas
Cuando el cuerpo no espera
Lo que llaman amor
Más, se pide y se vive
Canción animal
Canción animal
No me sirven las palabras
Gemir es mejor

Y en Entre caníbales, que parece narrar una sesión de sexo fuerte con placer y dolor simultáneos, como se podría interpretar libremente en este fragmento de su letra:

Entre caníbales
El dolor es veneno, nena
Y no lo sentirás hasta el fin
Mientras te muevas lento
Y jadees el nombre
Que mata
Ah, come de mí, come de mi carne
Ah, entre caníbales
Ah, tómate el tiempo en desmenuzarme
Ah, entre caníbales

Canciones como Hombre al agua y Un millón de años luz, quizá dos de las más emblemáticas en la historia de Soda, fueron creación exclusiva de Cerati. Del primero, Bossio dice que la misma estructura de la canción le permitía poder tocarla con variaciones espontáneas cada vez que la interpretaba. “Es muy orgánico, es uno de los picos de este disco. Salió muy de la cabeza de Gustavo, lo había armado así con una arquitectura perfecta”. Sobre eso, Cerati explicó alguna vez que si bien él creaba las maquetas y la lírica de los temas, casi siempre trataba de acomodar las líneas y los tiempos a las preferencias y posibilidades de Zeta en el bajo, incluso sin consultárselo de antemano. Había una simbiosis natural. Sobre Un millón de años luz el mismo Cerati explicó que nació de una canción que martillaba su cabeza: Tempted, de Squeeze. “Surgió de una cosa muy de amor con mi mujer, empecé a tocar algo en la sala que fuera hasta heroicamente emotivo, la armonía es como tan previsible, y al mismo tiempo decía No vuelvas, y repetía eso como un mantra, y fue desembocando en el tema”.

Todo podría resumirse torpemente en que Canción Animal fue una confluencia de actitudes, ideas y ambiciones depositadas en un envase fácil de abrir que Latinoamérica se tomó hasta la última gota en una época en la que el rock latinoamericano carecía de un liderazgo aglutinador. Y la senda la siguieron cientos de bandas desde México hasta la misma Argentina que se reivindican descendientes de Soda a partir de este álbum: de Aterciopelados a Babasónicos pasando por La Ley, Kinky, Miranda, Fobia y artistas tan disímiles como Shakira, Illya Kuryaki and the Valderramas, Café Tacuba y Calle 13 que, si bien no se plegaron al sonido de Soda, bebieron de su lírica y tuvieron a Cerati como referente.

El 14 de diciembre de 1991 el grupo cerró la Gira Animal con un monumental concierto en la Avenida 9 de julio de Buenos Aires que redondeó el año de la explosión de la banda. Los registros hablan de 250.000 personas, un fervor de multitudes que en aquella época sólo se veía en las legiones de adoradores del Indio Solari con su banda Patricio Rey y Los Redonditos de la Ricota. Con ese recital, más dinero y una abrumadora fama, coronaron la epopeya de salir de su país a llenar estadios en otras latitudes gracias a un disco de rock en español cuyo repertorio completo siguió sonando en la radio hasta el sol de hoy –tal vez a excepción de 1990- y que veintitantos años después no ha dejado de ser el mejor álbum de la historia del rock latinoamericano. Punto.

Jorge Mario Erazo

sábado, 7 de septiembre de 2019

Grandes Esperanzas, la escena inolvidable de un amor contenido

¿No querías pintarme?

Gwyneth Paltrow, Ethan Hawke y Like a friend en Grandes esperanzas. Los noventa en su más pura expresión.

Dibújala, Finn.

Abrir los ojos en la mañana y que la chica que te obsesiona desde niño esté de pie frente a tu cama con su habitual displicencia y presuntuosidad, dispuesta a quitarse la ropa para que la pintes en tu caótica habitación neoyorquina, que es la metáfora del desastre en el que se ha convertido tu vida por llevar años correteando el corazón de espinas de una mujer que no está hecha para amar y que te espolea a placer cada tanto como quien pincha bombas en una fiesta infantil…

Así comienza la escena memorable de Grandes esperanzas, y le ocurrió a Finn, pintor melancólico, personaje de Charles Dickens reinventado por Alfonso Cuarón en 1998 cuando todavía no era el director la estrella y ganador del Oscar que es hoy día. De repente entra ella con su cabello recogido y aire de suficiencia y a tu tonta pregunta de “¿qué estás haciendo aquí?” te responde con un genial: “¿No querías pintarme?”. Y ahí comienza todo. Porque Estella lo es todo.

Y esta limosna que te da es como la redención que merecías incluso desde años atrás. Y entonces ves que se desviste y tal vez desnuda es como te la imaginaste, y pintarla es descubrirla, apropiártela, pero nunca controlarla, y lo aceptas. Y cuando estalla su risa en medio de una bocanada de nicotina Pulp ya ha comenzado a tocar la mejor parte de Like a friend: Eres el último trago que no debí haber tomado / Eres el cuerpo escondido en mi baúl / Eres el hábito que parece que no puedo dejar, y todo se resume a los trazos que vas dejando sobre el papel, a la vida que se han gastado sin encontrarse. 

Cuarón se dispone a captar el duelo de cuatro minutos y ve a Finn tratando de poseerla con el crayón mientras elabora bocetos veloces y contiene el estremecimiento estomacal que le produce el hecho de tenerla ahí solo para él. Y también advierte a Estella recorriendo los 20 metros cuadrados de esa habitación mientras se asoma a la ventana, fuma o se sienta en la cama, y con todo eso arma una secuencia de imágenes que rompen la linealidad y la distancia que arrastraban en su relación platónica, y que Pulp sigue enriqueciendo disparando versos acerca de una pasión contenida y tóxica, como la de ellos dos: Eres mis secretos en la primera página cada semana / Eres el carro que no debería haber comprado / Eres los sueños que no debería haber tenido / Eres la cortada que me hace esconder mi cara / Eres la fiesta que me hace sentir mi edad.

La tensión avanza y el piso se va cubriendo de pliegos de papel con unos retratos de Estella en los que Finn no busca hacerla bella, sino real, a veces tosca, pero siempre distante, lejana –no podía ser de otra manera-, con las líneas gruesas y fuertes del artista napolitano Francesco Clemente, contratado para ilustrar en la cinta el talento del personaje pintor.

La de ellos es una relación con el rechazo como trasfondo, basada en el desdén de ella hacia la atracción que Finn ha incubado desde niño, por eso la distancia natural entre pintor y modelo es en este caso la mejor representación de la relación de los dos hasta el momento en que se encuentran en esa habitación. Habría que hablar, claro, de la fotografía de esta película, que estuvo a cargo de Emmanuel Lubezki; del uso del resplandor veraniego entrando por las ventanas para mostrar la silueta de Estella a contraluz, y su cabello rubio que resplandece como si fuera la fuente lumínica que llena aquel lugar.

Tanto Gwyneth Paltrow como Ethan Hawke hicieron esta película en la plenitud de sus carreras -ella a los 26 y él a los 28- cuando aparecían casi a diario en las revistas del espectáculo por sus relaciones con Brad Pitt y Uma Thurman, respectivamente. Ese mismo año la rubia se ganaría el Oscar y el Globo de oro por su actuación en Shakespeare in love. Fue la mejor época de ambos.

Si bien la cinta no fue un éxito en taquilla, tanto esta escena como la del beso en la fuente entraron en la galería de postales pop-románticas del cine contemporáneo, trascendieron mucho más que la película en sí misma y representaron el epítome del vaivén amoroso de los dos personajes de la historia de Dickens en los ojos de Cuarón.

Tal vez la línea más mentirosa pero más bella de este tramo de la película no la dice ninguno de los dos, sino el vocalista de Pulp cuando termina la canción y, por ende, la escena. Irónica hasta el extremo, debieron ponerla en boca de Finn: Déjame decirte algo ahora: qué suerte para ti que seamos amigos.




Jorge Mario Erazo